lunes, 9 de septiembre de 2013

SEÑOR, DÉJAME REPOSAR MI CABEZA EN TU PECHO

SEÑOR, DÉJAME REPOSAR MI CABEZA EN TU PECHO



Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Evangelio del domingo 15 de septiembre del 2013. XXIV Domingo Ordinario

Evangelio: Lucas 15, 1-32. En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los pecadores y come con ellos. "Jesús les dijo esta parábola: "Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido. "Os digo que así también habrá más alegría en el Cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: ¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido. "Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta. "También les dijo: "Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna. "El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros. "Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. "Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado. "Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud. "Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.""
LECTURA:            Lee, pausadamente, una o dos veces el texto del Evangelio, has un poco de silencio interior, cierra los ojos y visualiza a los personajes y piensa que te dice a ti, personalmente, la Palabra de Dios.
MEDITACIÓN.   En la escena está Jesús, hay quienes le escuchan y quieren entender sus palabras (publicanos y pecadores) y hay quienes le oyen para criticar lo que Él dice (fariseos y escribas), los primeros van con un corazón abierto, quieren aprender, quieren mejorar su vida, quieren conocer a Jesús a partir de lo que Él dice y por eso reflexionan sus palabras y tratan de comprenderlas mejor. Los fariseos están predispuestos, consideran que ellos “saben”, no les interesa aprender algo más, no les interesa cambiar su vida, ellos ya están “posicionados”, “asentados” en sus ideas, criterios y formas de pensar, ellos son “sabios”, “cultos”, “racionales”. Van a oír a Jesús, para encontrar cosas que criticarle.
Jesús no juzga a nadie, ama a todos y a todos con el mismo amor les habla, tampoco les impone nada, “el que quiera oír, que oiga; el que quiera ver, que vea”. Sin embargo, con sus parábolas, toca la sensibilidad de su auditorio, para que abran las puertas de su corazón al amor y al perdón de Dios.
En este capítulo san Lucas presenta tres parábolas que hablan del perdón, del reencuentro, de la alegría; por eso también, en su conjunto, podemos denominarlas como las parábolas de la Misericordia Divina.
La oveja, la moneda, el hijo pródigo representas tres modos de ser o de actuar de la persona que se aleja de Dios. En las parábolas hay quien busca y se alegra cuando encuentra lo que se perdió y en estos personajes se representa a Dios misericordioso que busca pacientemente hasta encontrar lo que se extravió. Es Dios quien me busca y sale a mi encuentro.
¿Mi actitud ante Dios, en particular al escuchar su Palabra  o al ir a Misa: es abierta y humilde para dejarlo entrar en mi corazón, o es cerrada y soberbia (farisaica) y por eso ni siquiera me interesa leer la Biblia o acudir a Misa? ¿A través de estas parábolas, reconozco que Dios me está buscando para manifestarme su amor y hacer una fiesta conmigo, donde yo recupere la paz, la salud, mi bienestar, mi dignidad, su amor? Ante estas enseñanzas de Jesús, ¿me puedo quedar indiferente?
¿Soy como la oveja que tontamente se perdió y me encuentro lastimado(a) y necesitado(a) de ayuda?
¿Soy como la moneda que simplemente rueda por la vida y necesito que el amor de Dios le dé sentido a miexistir?
¿Soy como el hijo pródigo, que me he encargado de hacer de mi vida un desastre?
¿Qué sucederá en mi vida, si aprendo a ser humilde ante Dios y escucho su Palabra, me acerco a confesar y comulgo de su Cuerpo y su Sangre, no sólo cuando “tengo ganas”, sino de manera frecuente, especialmente no faltando a la Misa dominical?
ORACIÓN:          Guardo silencio, reflexiono sobre lo que medité y hago mi oración propia, lo que sigue sólo es una guía: Señor, pienso en las veces en que soberbiamente me he acercado a Ti y lo mucho que estoy lejos de Ti, percibo cuánto me amas y cómo de diversas maneras me buscas, haciéndote presente en mi vida de muchos modos, incluida esta Lectio Divina y sinceramente me doy cuenta que al alejarme de Ti, lo pierdo todo, incluida mi felicidad, mi capacidad de amar y de perdonar. Señor, hoy quiero dejarme encontrar por Ti, te necesito, necesito que me tengas en tus manos, me sostengas en tus brazos, me abraces y me permitas experimentar la ternura y la grandeza de tu amor. Señor contigo lo tengo todo, aunque no tenga a nadie ni nada; sin Ti, no tengo nada, aunque estuviera mucha gente a mi lado o tuviera muchas cosas. Señor sólo Tú bastas, déjame reposar mi cabeza en tu pecho y quedarme quieto ahí, sentirme protegido y amado por Ti. Señor, solo Tú bastas.
CONTEMPLACIÓN: Guardo silencio y con los ojos cerrados, me hago consciente de la paz de Dios en mi corazón, interiorizo lo que sucede en mi alma y en mi cuerpo, dejo que la gracia de Dios actúe en mí. Si hay lágrimas dejo que broten, disfruto este momento le doy gracias a Dios. Si por alguna circunstancia debo detener este momento de contemplación, lo puedo retomar más tarde o en otro(s) día(s). Ciertamente y como parte de esta contemplación, experimento la necesidad de actuar como el “hijo pródigo” para dejarme abrazar por mi Padre Dios. Como este joven, acudiré a mi Padre misericordioso y le diré: Padre he pecado, me he alejado de Ti. Me dejaré abrazar por Dios y disfrutaré de todo el amor que Él sabe dar a los que hemos aceptado ser sus hijos, redimidos por Jesucristo nuestro Señor.
ACCIÓN: Me acercaré al sacramento de la confesión, iré a Misa y comulgaré, procuraré leer más la Biblia; a lo menos las lecturas diarias de la Misa o las del domingo, me apartaré de lo que me aleja de Dios, amaré a Jesús y lo serviré en mis hermanos y dejaré que la alegría que hay en mi corazón se manifieste con actitudes de gozo y una sonrisa en mis labios. Creo que esto me será fácil, pues proviene de la Gracia del Espíritu Santo que he dejado entrar en mi corazón. María santísima, guíame por la senda de la alegría hasta tu Hijo Jesús.

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