lunes, 23 de enero de 2012

Contigo en la fe (Tema 2)

"Contigo en la fe" es un nuevo espacio de evangelización, en el que tú y yo iremos trazando caminos que nos guíen a la santidad. Escucha estas cápsulas y hazme llegar tus comentarios a evangelizarorando@yahoo.com.mx, además compártelas con tus familiares y amigos.

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Meditación del 23 de enero del 2012

ORANDO CON EL PADRE NUESTRO.

12-01-23
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

Queridos hermanos, en continuidad con la Meditación del Evangelio, les invito a que en estos días meditemos la Oración del Padre Nuestro, regalo de Jesucristo nuestro Señor. Para ello he preparado una serie de meditaciones que desmenuzando cada pensamiento de esta oración, nos ayude a estar en sintonía con Jesús, en quien somos hijos de Dios. VER NOTA al final del texto.

Evangelio: Lucas 11, 1-4: Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Entonces Jesús les dijo: «Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino; danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquél que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación».

VER
La oración del Padre Nuestro para muchos es algo que repiten de manera rutinaria. No piensan lo que dicen, sólo lo repiten.
JUZGAR
La oración para el Señor Jesús, no es algo rutinario, es estar en diálogo con su Padre Dios. Esta manera de orar es la que Él nos enseña.
ACTUAR
Hoy y cada vez que pueda, rezaré el Padre Nuestro, deteniéndome a reflexionar lo que significa para mí, cada palabra de la “oración de Jesús” y así experimentar como Él, el AMOR DIVINO DEL PADRE.

LEER. A los discípulos del Señor Jesús, muchas cosas de Él, les llamaban la atención. Una de ellas, quizá la principal, era su modo de orar. Para Jesús la oración no era repetir frases o palabras, sino dialogar con su Padre Dios. Cualquier lugar o momento era adecuado para orar. Por la mañana, por la tarde, en la noche, al amanecer, en la sinagoga, en el campo, en la Cruz.
El trato de Jesús con su Padre Dios era muy natural, muy cercano, muy afectivo, le llamaba Abba, palabra que los estudiosos de la Biblia traducen con el coloquial “Papá” en vez de la manera más formal “Padre”.
Para Jesús, su Padre Dios, no era alguien lejano, sino muy próximo a Él, porque estaba en su corazón. Jesús, por amor, vino a hacer la voluntad del Padre, que es la de reconciliarnos a todos con Él, para que todos vivamos en su AMOR DIVINO DE PADRE.

MEDITAR: La oración del Padre Nuestro tiene siete peticiones, que, de la primera a la última, nos hablan del amor del hombre que busca a Dios. Si estas peticiones las leemos al revés, veremos, el Plan de amor de Dios que nos quiere en el Cielo para que disfrutemos de su AMOR DIVINO DE PADRE.
En la forma acostumbrada en la que rezamos el Padre Nuestro, es decir la oración del Hijo al Padre, vemos la súplica humana hacia Dios.

PREÁMBULO: Padre nuestro que estás en el Cielo. (es la llamada de atención, para que Dios nos escuche).
1ª. Petición. Santificado sea tu nombre
2ª. Petición. Venga a nosotros tu Reino
3ª. Petición. Hágase tu voluntad, en la tierra como en el Cielo
4ª. Petición. Danos hoy, nuestro Pan de cada día
5ª. Petición. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden
6ª. Petición. No nos dejes caer en tentación y
7ª. Petición. Líbranos del mal (tanto del Malo, como de los males)

Meditar el Padre Nuestro, a partir de la última de nuestras peticiones, nos lleva reconocer la respuesta de Dios, Quien nos dice:
7.- Te libraré, te protegeré, porque eres mi hijo(a) amado(a).
6.- Te daré la fortaleza para vencer la tentación.
5.- Te perdonaré.
4.- No te faltará lo necesario, pero sobre todo te he dado a Jesús Eucaristía como alimento de Vida Eterna.
3.- Mi voluntad es que seas feliz en la tierra, como lo son los bienaventurados en el Cielo.
2.- Mi Reinado ha de expresarse en tu corazón y, A TRAVÉS DE TI, se hará presente en tu familia, en tu ciudad, en tu país y en el mundo entero.
1.- En Mí serás feliz, serás santo.

CONSECUENCIA: Porque Yo estoy en el Cielo y mi Cielo está en tu corazón. Yo mismo habito en ti, con mi Hijo y el Espíritu Santo.

La Virgen María y los santos, abrieron su corazón para que Yo habitara en ellos en compañía de mi Hijo y del Espíritu Santo, pues todo ser humano está llamado a ser habitación de la Santísima Trinidad. Tú mismo(a) eres templo vivo de la Santísima Trinidad, ábrenos tu corazón y déjanos habitar en ti, para que tu vida sea un anticipo del Cielo.
Dices bien, al dirigirte a Mí, llamándome Padre Nuestro y no Padre mío. Efectivamente, soy tu Padre y por eso todos los hombres son tus hermanos. De esa manera entiendes el sentido fraterno de decir “nuestro” y con júbilo desde la Iglesia, “la familia católica” de quienes se reconocen mis hijos, haz de salir en búsqueda de todos tus hermanos que se han alejado o separado y de los que no me conocen o me rechazan.

ORAR: Hoy, de manera pausada y agradecida, rezaré el Padre Nuestro.

CONTEMPLAR: Hay diferencia entre rezar y orar. El rezo tiene que ver con el repetir, lo que implica hacerlo de cierta manera mecánica. La oración es más consciente, más pensada, más meditada. De la oración debo llegar a la contemplación, por lo que de la oración vocal deberé pasar a la oración mental. En el silencio ambiental e interior, podré captar mejor la voz de Dios. De la meditación, debo llegar a la contemplación. En opinión de santa Teresa podemos llegar a la contemplación con el esfuerzo humano (ascesis) y ella, puede ser el puente para dejar que sea la Gracia de Dios (mística) la que nos lleve por el camino del diálogo con Dios y a EXPERIMENTAR SU AMOR DIVINO.

ACTUAR: Hoy me esforzaré en estar en la presencia de mi Padre Dios, en continua oración con el Padre Nuestro, el Ave María, Jaculatorias, La Coronilla de la Misericordia, el Rosario, etc.

NOTA: Seguimos meditando el Evangelio, según el esquema de la Lectio Divina (Leer, meditar, orar, contemplar y actuar), presentando: un texto bíblico, un ver, un juzgar, un orar y un actuar. En las meditaciones de estos días tomamos como referencia la Oración del Padre Nuestro, desmenuzando las ideas que nos presenta, para una mejor comprensión y vivencia de las enseñanzas de Jesús, para estar en sintonía con Él, tener sus mismos intereses y ser santos en adoración al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, pues la Oración del Padre nuestro es “el resumen de todo el Evangelio” (Tertuliano) y “la más perfecta de todas las oraciones” (Santo Tomás de Aquino).

Para hacer llegar algún comentario, puedes escribir a evangelizarorando@yahoo.com.mx

Aparta la fecha para que asistas a la beatificación de la Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. (21-abril-2012. Basílica de Guadalupe. 11:00 horas)

7ª PALABRA. sábado

Padre, en tus manos entrego mi Espíritu.

Si te es posible haz esta oración de contemplación ante Jesús Eucaristía, expuesto o en el sagrario, o ante un crucifijo, o en el lugar que puedas. Persevera cada día y te aseguro que irás experimentando, cada vez más, la presencia de Dios en tu vida.

Por la señal de la santa Cruz… Padre Nuestro… Ave María… Gloria…

Ven Espíritu Santo y lléname con tu amor. Purifícame, renuévame, sáname y santifícame. Ilumina mi entendimiento para buscar y encontrar la Verdad. Orienta mis motivaciones hacia la Gloria del Padre y el bien de mis hermanos para que mis intereses sean los de Jesús. Fortalece mi voluntad para rechazar el mal y perseverar haciendo el bien. Amén.

PETICIÓN INICIAL: Señor Jesús, al meditar y contemplar las Palabras que dijiste en la Cruz, concédeme recibir el regalo de tu amor y el gozo de ser tuyo(a), en Ti confío. Gracias por tu perdón y por darme a la Virgen María como Madre. Te pido que me des la fortaleza y la Gracia de la Perseverancia Final, abandonándome, cada día, en los brazos amorosos de nuestro Padre Dios, y recibiendo al Espíritu Santo en mi ser. Amén.

LECTURA
En tus manos encomiendo mi Espíritu (Lc 23, 46). Las últimas Palabras de Jesús en la Cruz son para abandonarse amorosamente en los brazos del Padre y darnos al Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es el amor que procede del Padre al Hijo y del Hijo al Padre. Cuando Jesús entrega su Espíritu en el momento de morir, expresión de su total entrega amorosa, es como si la unión que siempre existe en las Tres Divinas Personas, “nuevamente se plenificara” en la Eternidad. Jesús, eternamente está unido, plena y totalmente, con su Padre, por obra del Espíritu Santo. Las palabras de Jesús: “En tus manos encomiendo mi Espíritu”, también nos sitúan en el momento de la Encarnación. Este “instante de eternidad” Jesús lo señala anticipadamente cuando dice “he salido del Padre y he venido al mundo, ahora dejo de nuevo el mundo y voy al Padre (Jn 16,28). El acto libre y amoroso con el que Cristo se encarna en el seno purísimo de la Virgen María está en continuidad con el momento en que Jesús regresa al Padre, abandonándose en los brazos amorosos de Él.

En la Cruz, Jesús nos une a la Santísima Trinidad cuando nos da su Espíritu y nosotros nos introducimos y quedamos unidos al Misterio del Amor Trinitario cuando recibimos al Espíritu de Dios.
Jesucristo se entrega, todo Él, por la salvación del mundo y así, con la ofrenda de su ser, no solo “me compra” y me rescata junto con toda la humanidad, para su Padre Dios, sino que además me da su Espíritu de amor. Con su sacrificio redentor Jesús me hace hermano Suyo, hijo del Padre y Templo del Espíritu Santo. Esta entrega es la que me ayuda a ponerme y abandonarme en las manos amorosas del PADRE y a pedirle y a agradecerle a Jesús el DON DEL ESPÍRITU SANTO.

MEDITACIÓN
En el “hoy” de Jesucristo, yo me puedo unir a su sacrificio redentor y confiadamente, movido por el Espíritu Santo, ponerme en las manos amorosas del Padre, suplicando y dejando que en mí, se haga su voluntad, para bien mío y salvación de la humanidad, saciando su sed de almas y “comprando muchas para Él”. “Padre… me pongo en tus manos, me entrego a tu amor, a tu bondad, a tu generosidad; haz de mí lo que quieras, pero dame almas, muchas almas, infinitas almas...” (Madre Ma. Inés Teresa Arias).
Jesús, al morir, hace su entrega total y perfecta al Padre y a nosotros. En la Cruz Jesucristo nos da al Espíritu Santo, Señor y dador de Vida, fuente inagotable de Vida Nueva y Eterna. De su corazón traspasado brotan agua y sangre, símbolos de los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía, fundamento y alimento de la Iglesia, que vive de la Eucaristía.
San Pablo nos enseña que el Espíritu Santo es Quien hace que podamos llamar a Dios: “Abba”; término muy familiar que podemos traducir como: “papá”, “papacito” (Rom 8,15). El Espíritu Santo es también, Quien nos lleva a reconocer que Jesús es Señor (1Cor 12,3). Por eso en la Cruz, Jesucristo al darnos al Espíritu Santo, nos introduce en la relación filial íntima de ser hijos de Dios, para abandonarnos a su amor.
Jesús no me impone nada, toca a la puerta de mi corazón y me invita a que le abra para que Él y su Padre, en el amor del Espíritu Santo, habiten en mí.
Jesucristo entregándose al Padre y dándonos al Espíritu Santo, posibilita que en nosotros habite la Santísima Trinidad. El efecto de atender a su llamado es que: ¡Dios mismo, en la plenitud de su amor trinitario, habite en mi corazón!

ORACIÓN
Señor, ya que desde la Cruz me das al Espíritu Santo, ayúdame a comprender la grandeza de este regalo que procede de Ti y del Padre, para que yo lo acoja en mi corazón y sea Él, Quién ilumine mi entendimiento, fortalezca mi voluntad, me guíe, me purifique, me sane, me santifique y me configure a Ti, para transformar al mundo en comunión con mis hermanos en la Iglesia.
Espíritu de amor, ven a mí y ayúdame a comprender y a vivir el misterio del Dios Trinitario que amando al ser humano quiere habitar en mí y en cada persona, para hacernos partícipes de su Vida Divina. Dios, Uno y Trino, que todos te conozcan y te amen, es la única recompensa que quiero.

CONTEMPLACIÓN: Este es el momento más importante. Guarda unos momentos de silencio, cierra tus ojos, respira profundamente, repite varias veces y de manera pausada, el nombre de Jesús o la jaculatoria de este día. Deja que el amor de Dios inunde tu ser. Reflexiona sobre lo que has meditado, dejándote guiar por el Espíritu Santo, como la Virgen María que todo lo guardaba en su corazón (Lc 2,19). Hazte un propósito y esfuérzate por cumplirlo hoy. Concluye este momento de contemplación de la siguiente manera o de la forma que acostumbres hacerlo.

ACCIÓN
Haz un compromiso para este día y en la noche evalúa cómo y de qué forma lo cumpliste.
Por amor a Jesucristo hoy… ____________________

COMENTARIOS PERSONALES




Concluye tu meditación diaria haciendo la señal de Cruz sobre ti: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.