jueves, 25 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 25 de agosto del 2011


JUEVES 25 de agosto del 2011.
Mt 24, 42-51.

TODOS LOS DÍAS JESÚS VIENE A TI

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Jesús invita a sus oyentes a estar atentos al día en que vendrá el Señor. Para que quede grabada mejor la enseñanza, hablará de la atención que hay que poner para evitar que un ladrón entre de noche a la casa y también contrapondrá el proceder de dos sirvientes ante la ausencia del amo. El primero actuará responsablemente, el otro será un mañoso. Ambos, al llegar el amo recibirán lo merecido de acuerdo a su proceder.

Para que cada quien amplíe sus reflexiones personales, al final aparece el texto bíblico.

MEDITAR: Jesús nos invita a estar atentos al día en que vendrá el Señor. Habla sobre el final de los tiempos, pero sus palabras tienen también una aplicación para nuestro aquí y ahora, pues siempre, cada día y a cada instante hay que estar preparados, porque el Señor llega y no necesariamente en medio de un infortunio o para cuando vayamos a morir, sino a lo largo de toda nuestra existencia y siempre para manifestarnos su amor.

La imagen de los sirvientes, nos habla de que todo es de Dios, nosotros sólo administramos. No administramos sólo bienes materiales, sino incluso de personas. Yo tengo que reconocerme administrador de mi vida, no dueño de ella, y debo desarrollarla al máximo y no desperdiciarla. Debo procurar, cada día, ser mejor y ser feliz. Tampoco soy dueño de aquellos con los que convivo ni de sus vidas. Sólo soy compañero en el camino de la vida de mis padres, de mis hermanos, de mi cónyuge, de mis hijos, de mis amigos, etc. Debo también esforzarme en ayudarles a que sean mejores y felices a lo largo de su vida.

Estar atento, significa reconocer esas responsabilidades, pero también, y es lo mejor, es reconocer que el camino de mi vida tiene un inicio en Dios y tiene un fin en Él, y que Jesús me acompaña a lo largo de mi existencia con su amor, con su gracia, con María, con los santos, y con la Iglesia.

Dios viene todos los días a mí y si en lugar de esperar – no faltará quien lo haga con temor- a que un día Él llegue a mí, debo estar atento a su voz y a su presencia diaria, pues Jesús se manifiesta todos los días en mi corazón y en mi mente, en el trato familiar y en todas las personas a las que trato.

Si me acostumbro a estar atento a la presencia de Dios, podré experimentar y reconocer su amor en la infinidad de signos, a través de los que se hace presente en mí y que me llenan de gozo y de paz. ¿Estaré consciente de que Jesús, a través de mí, quiere llegar a los demás? ¿Acaso, ésta no es una magnífica tarea que debe animar mi existencia y para la cual debo estar atento para cumplirla con fidelidad? ¿Acaso, en esta presencia divina y la misión que conlleva, no es motivo, más que suficiente, para estar y ser feliz?

ORAR: Señor, quiero estar atento a tu voz. Tú Jesús, todos los días vienes a mí. Yo soy el que me distraigo. Ayúdame a percibir tu presencia en cada cosa, en cada planta, en cada animal, en cada acontecimiento, en cada persona y sobre todo: en mi corazón.

CONTEMPLAR: Puede ser que viva descuidado de la presencia de Dios en mi vida o que viva con temor de su presencia. Más allá de todo esto, hoy me esforzaré en disfrutar las señales de su amor, en todo lo que me rodea. Dice un filósofo (Ortega y Gasset) “yo soy yo y mis circunstancias. Dios no es una circunstancia, es el sustento de todo cuanto existe y para Dios, en Jesucristo, yo soy su hijo”. Entonces, hoy buscaré a mi Padre Dios para decirle gracias por su amor y para decirle que experimentado su amor, quiero amar como Él.

ACTUAR: Hoy me esforzaré por no quedarme sólo en lo inmediato o en lo aparente. Procuraré buscar y descubrir la presencia de Dios que ama;  ya que como dice san Pablo, en Dios nos movemos, existimos y somos.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Santo Evangelio según san Mateo (24,42-51): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de la casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.»